Historia
El uso de la energía hidráulica data de la época de los griegos, quienes empleaban la rueda hidráulica o “noria”, que inventó Filón de Bizancio en el siglo III a.C, para bombear o elevar agua.
Su nombre, tal y como ha llegado hasta nosotros, procede de la palabra “Na’ura”, que significa «la que llora, la que gime».
Los Egipcios y posteriormente los romanos, grandes viajeros y arquitectos, perfeccionaron la rueda de cortadillos o arcaduces y la rueda con cadena de cubos o sakia (noria Persa), ambas necesitando la fuerza humana para girar.
La “saquieh” o noria de tiro o de sangre fue en su tiempo la respuesta tecnológica aportada desde oriente por la cultura islámica del al-Andalus en el siglo VIII y desarrollada para solucionar el problema de extracción del agua de los pozos hondos.
El arquitecto romano Marco Vitruvio Polión, en el siglo I a.C descubrió la rueda hidráulica con eje horizontal y disco vertical, pensada para moler granos de trigo e inspirada en la rueda persa.
Se atribuye a Ctesibio, científico de Alejandría del siglo III a.C. “la hydraulis” o pipa de agua, como el primer instrumento de teclado del mundo, predecesor del órgano de la iglesia moderna.
Más adelante, se transformó en la gran máquina de la Edad Media, utilizándose en molinos harineros, en aserraderos, martillos y bombas, para accionar fuelles, para la batanadura de la lana, para exprimir la caña dulce; incluso fueron usadas para ayudar en el proceso de extracción de los minerales.
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Las ruedas hidráulicas sufrieron pocas modificaciones hasta principios del siglo XIX, en 1848 apareció la turbina a reacción de Francis, en 1880 la de impulsión de Pelton y en 1906 la de Kaplan, lo que permitió que se transformaran en modernas turbinas, ruedas rápidas y de alto rendimiento para la producción de energía motriz, gracias al descubrimiento de la inducción electromagnética que permite transformar la energía del agua en electricidad.
La hidroelectricidad fue de vital importancia durante la Revolución Industrial y ayudó a principios del siglo XIX al crecimiento de nuevas ciudades industriales en Europa y América e Impulsó la minería, las industrias textiles y del cuero y los talleres de construcción de máquinas, con al menos medio millón de ruedas en Europa.